Hoy, las cenizas son arrastradas por el viento en un triste torbellino de ilusiones que se vuelan, que se fueron, que se van. En esta noche ya no hay pena, ya no mojan las gotas de vino mi tristeza, ni mi tristeza se remoja en la copa de vino, roja, carmesí, viva, que yace intacta delante de mi vista. Un deje de melancolía no logra anclar en la verdad. La de mis labios que todavía saborean aquellos nuevos besos que me hacen sonreír en cada pausa. No hay excusa para no soltar aquel recuerdo que me duele, como un punzón en el bolsillo de un viejo masoquista, con perfume, aires, imágen de mujer; unas cuantas chinches robadas por estas hábiles manos que hoy gustan de acariciar mi rostro, mi pelo, mi impaciencia. No, no hay recuerdos tristes para recordar, no hay penas, no hay olvidos tampoco, no hay cosas que no se vean, ni esperanzas que renovar, no hay nuevo amanecer para una historia que termina sin final. Hoy solo hay mañana. Mañana seguirá a esta noche con su cuota, inaudita, d