Entradas

Mostrando las entradas de agosto, 2013

La carta marcada:

Quisiera amarte, con todo mi corazón, darte todo de mi, entregarme entero a tus besos hasta saciar todo tu deseo. Realmente quisiera hacerlo. Pero eso que estas buscando dentro de mí, eso que ansías con todo tu corazón, está roto. Temo que se rompió para siempre. Y aunque te esmeres en juntar los pedazos, en intentar restaurarlo, haciendo un excelente trabajo por cierto, paciente, prolijo, continuo, perseverante, temo que no vas a lograrlo.  Sin embargo, aquí estoy, lo que queda de mi es tuyo y te quiero. Voy a acompañarte todo el tiempo que me acompañes; voy a dormir en tus sueños haciendo de cuenta que todo es real, sintiendo, haciendo que me sientas, intentando con fuerzas que valga la pena. Apostando todo lo que queda, "con ojos salvajes". Y no voy a abandonarte hasta que no me abandones. Queda un largo camino por recorrer. Tu mano, mi eterna compañera, leona madre de leones, tu garra es lo único que calma el dolor de mi garganta... yo aliviaré tu tristeza con beso

La última carta (Borrador)

La mesa estaba fría, quizás por eso se enfrió el té cuando apoyó la taza con su respectivo plato y cucharita sobre ella. El saquito, aún dentro del líquido, parecía estremecerse. O se estaba volviendo loco. La taza y el plato hacían juego, antigua pieza de la vajilla de loza de la abuela materna. La cucharita no, tendría que haber sido de plata, con falsos bordados en el mango, pero era una simple y sencilla cucharita de latón. Si se hubiera preguntado, en la penumbra de la tarde que apenas filtraba la cortina del comedor, qué carajo hacía tomando té... no se lo hubiese tomado. Pero se lo tomó, aún frío, con limón. La próxima vez que hubiera de tomar té lo haría con unas gotitas de ron, o escocés, o algo más fuerte y con más ánimo que el limón.  Bebió su taza de dos sorbos, únicos, impetuosos. Le resultó depresivo, sobre todo al ver su propia imagen reflejada en el espejo del aparador. Pero muy probablemente fuera la misma depresión lo que lo llevara a tomar té en principio. Estad

Erase una vez...

Una vez, conocí una bella chica. No recuerdo bien cómo ni cuándo la conocí. Pero sí que era muy hermosa. Ella había aparecido como si creyera, yo o ella, en los milagros. De hecho, su aparición ante mis ojos me pareció angelical. ¿Había soñado antes con ella? ¿Quizás lo había hecho algún par de veces? Por alguna extraña razón, sentía el lazo de la magia entre nosotros, un hechizo divino, un algo sin explicación que no había sentido nunca y tenía muchas ganas de sentir. Ella había venido a conocerme, a mí, un desconocído, pero que sin embargo quería conocer con unas ganas también inexplicables. ¿Había soñado conmigo ella alguna vez? ¿Quizás algún par de veces?               Y nos conocimos, durante algunos años estuvimos conociéndonos. Enamorándonos, jugando, probando todo tipo de amor, de pasión, conociéndonos hasta el último rincón de nuestros cuerpos, de nuestras miradas, de nuestros pensamientos, de nuestros sueños, recorriéndonos el uno al otro y a veces juntos los dos, recorrié

En el blog periodístico

Breve ensayo sobre nuestras leyes. http://baccarocks.blogspot.com.ar/2013/08/ensayo-sobre-nuestras-leyes.html