Leona


Yo andaba herido, dando vueltas, desorientado, como todo sabueso cuando anda herido. Pero no vaya usted a creer que andaba herido por guerra, por combate, por guerra y combate pude haber huido sinceramente por encontrarme herido. Pero las heridas que la lucha me ha dejado en esta vida pueden ser incontables más son solo un puñado de cicatrices viejas que solo molestan en otoño y se olvidan en primavera. No, mi herida era por amor. Por el amor de una hembra. Por encontrarme allí, mojado, con frío, yo que supe ser tan gallito siendo perro. Yo que supe tambien maltratar a mi hembra, como a tantas otras mías y no tan mías,  y justificar ese maltrato; yo que de esta fui de ella, quedé en solitario, también como un todo sabueso herido, buscando entre los trastos rastros de su aroma con mi hocico de trompa al piso. Yo... herido desde mi propio ego hasta lo mas profundo de mi corazón. 

Qué difícil se le hace al perro cuando le hieren en el corazón y en el ego al mismo tiempo. De haber andado tantos caminos volví a mi cueva, a mi propia cucha, la de nadie más, la que encontré desoladoramente vacía y tan fría como aquellos días. Encontré al invierno en pleno verano. A la noche en el día. Según ella sin querer queriendo se había robado mi sol y todas las estrellas. Solo me quedó la luna, como única compañera, como si necesitara de un testigo para verme humillado en mi propia miseria, a la que aullé hasta el amanecer durante fácil una década. Dicen que el tiempo borra las heridas, en mi caso no ha borrado nada, pero así como el tiempo transcurre mas allá de nuestra voluntad, nuestra voluntad se vé quebrada por el cansancio, el cansancio dá lugar a la vejez a través de ese pasar donde no puede quebrar el paso del tiempo. Por lo que me cansé de aullar, me cansé de buscar sin buscar, me cansé de pedir, de comer, de llorar, de intentar no intentar... me cansé. Y solo quise dormir. 

Fué esta vez otra perra, menos felina, más canina, menos cachorra, mas madre, la que me encontró por ahí en una de mis tantas salidas distraídas por el parque. Ella curo mis heridas, con paciencia ante mis quejas, con indiferencia a mis reproches, ella me amo sin que la ame... solo por amarme, solo por creer que era justo hacerlo. A pesar de todas mis advertencias, de mis amenazantes colmillos los cuales me encargué de enseñarle sistemáticamente. A pesar de toda mi propia indiferencia hacia su compañía decidió con toda su tenacidad quedarse a mi lado. Me alimentó, y yo seguí con mis reproches. Me dió de beber. Me hizo el amor cuando yo ya no creía en el amor. Me abrazó por las noches para abrigarme. Me empujó a levantarme cada vez que me tumbaba; me obligó a salir sin que me diera cuenta. Me encontró al encontrarme. Me mostró un espejo dónde también se reflejaba ella... y ahí ya no pude escaparme. Y no es que haya querido escaparme, pero sin lugar a dudas no hubiera podido. La culpé tantas veces por no dejarme escapar... 

Si un clavo tapa otro clavo, ella sin dudas mas que martillo fue la masa. Hoy es mi guerrera, mi compañera, mi alma, mi reflejo y solo, a veces, mi espejo. Hoy es el otro pie en la tierra, polvorienta o húmeda, fango o asfalto, hoy ella camina a mi lado. ¿Puede una hembra curar las heridas ocasionadas por otra hembra? sin dudas que si puede. ¿Habrán sido aquellas heridas auto infligidas? supongo que si, pero sería desacreditar la capacidad de daño de aquella otra hembra, gata al fin de cuentas, de la que solo queda algo menos triste que una promesa sin cumplir y recuerdos que aun duelen en noches de abrigo. El cuento viene al caso de esta verdadera tigresa, esta que curó mis heridas, me alimentó, me rehabilitó, me puso el hombro sin pedir nada más a cambio que solo dejarme querer... y me amó. Ella que sin dudas es la mas perra de todas las perras, una verdadera perra madre, a la que he apodado Mi Leona. 


Aldo Baccaro. 

Comentarios

Anónimo dijo…
EMOCIONA Y MUCHO
Licrock dijo…
eso es bueno imagino, gracias por el comentario.

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