El tiempo pasó, Pablo continuaba con su vida normal. Se levantaba veinte minutos más tarde de que su despertador sonara a las seis en punto de la mañana. 6 A. M. Llegaba como podía a la cocina, servía su taza de café hasta el borde, le daba un sorbo, le ponía en el micro-ondas, iba por sus cigarrillos. Algunas mañanas se bañaba, otras no. Leía las noticias desde el celular, los comentarios en sus artículos online. Entraba al Diario a las ocho en punto de la mañana, casi siempre con esa puntualidad. Prendía su maquina, iba por otro café, en el maldito edificio no se podía fumar. Escribía, bajaba telex, bajaba noticias de otros diarios del mundo, escribía una vez más. Así pasaba el día entero, rara vez salía para almorzar. El atardecer daba contraste a la ventana y la luz del sol cruzaba en fade con las infinitas luces electrónicas de la ciudad. Volvía a salir a la calle, otra vez el colectivo con la misma rutina de la mañana pero de regreso a su departamento. Ascensor, puerta, sensaci