Carta a mis amigos Eran mas de las dos, menos de las tres, dormía mi niño… dormía mi dama y yo despierto como si el sueño, que cambié por whisky y cigarrillos, no volviera a conocer. Anduvo la muerte revisando los versos del poeta, mientras yo pasaba revista a mi pasado revolucionario; si quise cambiar el mundo, si quise ser de izquierda o de derecha, si de anarquista termine así, burgués y capitalista, falso socialista; de mi amor a los poetas, artistas y artesanos, de mi falso arte en la cocina, mi amor por el vino tinto, el fernet y las empanadas, a odiar cuanto signifique que hay para vivir una realidad menos compleja que la mía. Es que los tiempos que hoy nos corren son difíciles de interpretar, representando la muerte de los sueños ni propios ni ajenos, vivimos el cambalache eterno como el estado natural del universo cósmico que no nos parece bien, ni mal, pero que ya nos da igual. De pronto, me colgué en recordar a un viejo que invento el By Pass, el mismo viejo