La vida se añeja y la queja que aqueja.
La vida, a veces, se torna oscura en los momentos que deberíamos vivir a pleno; nos deja afuera de la realidad, nos deja afuera de nuestros sueños. Un día, que llega como tantos, ya es demasiado tarde para volver y puede, cuando se haga la luz, que el corazón ya esté viejo para sentir su calor. Si ya no sabe lo que es el amor y tampoco podría descibirlo, ya no se lo imagina, ya tan solo lo margina. Lo vá reprimiendo como un lejano recuerdo; eso que solía dolerle en las noches de insomnio, eso que ya pasó hace ya tanto tiempo. Entonces los días se suceden unos tras otros, algunos molestan, otros menos. Y puede que vaya de tanto en tanto al médico, por algo que aqueja y se manifiesta, en la vista cansada, en dolor de cabeza, en falta de ganas y, de vez en cuando, dolor de panza. Pero nada llama mas la atención de aquel mundo que alguna vez soñó, que quizás un día empezó a vivir, pero que ya olvidó, como se olvida algo al punto de olvidar que se olvidó... otra vez esa maldita migrania. la