CARTA A “ESA” MUJER
El sol brilla en esta tarde, que tendría que haber sido domingo. Y yo sentado en la oficina, podés creer, mirando pasar los pajaritos por mi ventana. Ni una nube hay en el cielo, ni una sola, en la cual reflejar mis sentimientos. Quizás esté pensando en vos, o en un montón de gente, o, tal vez, este pensando en vos de entre toda esa gente. Tu suave piel; tu cabello negro, o rubio, o castaño, pero libremente al viento; tus senos, pomelo rosado; una cadera ancha que haga de almohada a mis sueños; mis besos, por todo tu cuerpo. Te ríes, cuando debes reír; callas, cuando debes callar; suspiras, con cada palabra; lloras, tan solo una lágrima cuando te emocionas; sueñas, sueñas todo el tiempo. Me amas, por que yo te amo y sino muero; me besas, por que sino mis labios son tan solo un gajo de naranja marchito. Me abrazas, porque te estremece mi abrazo; me acaricias, para que pueda acariciarte. El último consejo cada noche, antes del último beso, porque creo en tu palabra, porque sabes que esto