Entre la nada y la eternidad.

Se sentaba en la maquina de escribir, ese prehistórico bicho mecánico de letras negras y pesadas, deslizaba la hoja por el rodillo cuidadosamente, la centraba, sorbía el escocés un par de veces, encendía un cigarrillo. Nada tipeaban sus dedos, nada le salía del alma, ni de la mente, carente de imaginación, nada ensayaba siquiera en su memoria. Una y otra noche repetía la misma rutina en aquella cabaña alquilada junto a la laguna de San Miguel Del Monte. 

A veces, en la quietud de la noche, entre el tiritar de estrellas en el cielo y el canto de algún grillo ocasional, algunas imágenes se presentaban como flashes, ráfagas de un  pasado punzante, sobre la penunbra de la galería. Una sonrisa, el recuerdo de algún beso agrio, algunas palabras saliendo de una boca que pretendía olvidar. Tomar su mano para salir a caminar... ¿alguna vez lo había hecho?. Lo que más le pesaba de aquellos intentos de recuerdos era que ya siquiera dolían, florecían por ahí de tanto en tanto, pero no contaban ninguna historia, no significaban nada, no proponían nada, quizás solo lo desganaban aún más. 

Entonces, no supo bién cómo, puso un título en el papel. "El final de la nada". Terminó su trago, apagó el cigarrillo en el cenicero de metal, una a una fué apagando las luces de la casa y se metió en la cama. La última luz fue obviamente la del velador. Se durmió sin soñar, los sueños también debían quedar en el pasado.

A la mañana siguiente preparó el desayuno con cierto decoro, casi esbozaba una sonrisa su rostro, salió con la bandeja a la galería, el sol desde aquel cielo carente de nubes prometía un gran día. Bebió su café, no tuvo ganas de fumar, cortó prolijamente la naranja, la degustó pedacito a pedacito como si se tratara de un majar. Se incorporó y salió a caminar. Fué una mañana especial, esa tarde escribiría las bases de su próxima novela... "Sobre la eternidad y otros asuntos postergables". 

Aldo Baccaro