La Parada


Pasaba el cigarrillo tristemente entre mis dedos de la mano derecha, intentando inútilmente resistirme a encenderlo. La garúa finita y helada caía entre las luces de la calle para no dejarme salir de aquel bar y yo parado en la puerta la contemplaba a ella mojada y tiritando en la parada de colectivos.

Su pelo rojizo goteaba sobre su abrigo y de aquel la solapa no llegaba a esconder el agua entre su cuello y su escote. Su boca suspiraba suspiros cortos, su nariz delataba que tenia frió y yo pagaría en aquel instante por ver erizada su piel alrededor de sus pezones. Sus ojos eran verdes, muy profundos, me miraron tras su flequillo solo un instante, luego bajó la cabeza no sé si en un acto de vergüenza o de miedo.

Yo no dejé de mirarla un solo instante, desde que me dispuse por fin a cruzar de vereda hasta que llegué a su lado. Con un "buenas noches" la sorprendí apretando aun mas las costuras superiores de su tapado. Mi mano se poso sobre el costado derecho de su rostro, luego besé sus labios con fuerza, sentí furia un instante pero no pude saber el por qué, luego con mi otra mano encontré por fin lo que su ropa no dejaba ver, entonces ya no sentí rabia, solo sentí pena. Me abrazó fuerte como si supiera lo que iba a ocurrir.

De su entre pierna saqué primero yo el arma cargada, no era el bondi que ella esperaba bajo la llovizna, pero yo la esperaba a ella. La sangre corrió lenta por la alcantarilla y yo quise volver a besarla, sentir su sudor nuevamente bajo su lencería... pero solo caminé por dos horas, bajo una lluvia ya pronunciada, hasta llegar a mi casa, con el deseo de tenerla, con el recuerdo de matarla.


Aldo Baccaro, Para Amores Poetas.

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