De los primeros tiempos:


Pasé mi niñez perdido entre preguntas sin respuestas y la incomprensión de mis mayores, a quienes yo tampoco podía comprender. Eran tiempos de cambio, aunque ninguno de real importancia, la democracia llegaba con un gran sabor amargo, aunque nadie lo admitía, si bien por un lado habían terminado los tiempos de dictadura, también sin duda se habían extinguido los tiempos de revolución. De cualquier manera de eso era mejor no andar hablando mucho. Por las dudas. Mi madre trabajaba mas horas que de las que disponía la semana y mi padre, que había partido tiempito atrás de casa, se había muerto en el camino a causa del cáncer de pulmón. Esto último no pudo evitar la cantidad realmente dañina de cigarrillos que fumo por día.
El hecho que nos compete al relato presente tendría lugar recién en sexto grado, allá por mis 10 años de edad, donde encontraría por primera vez el amor, lo perdería y nunca lo volvería a encontrar… a pesar de haberlo divisado en ocasiones. Ella se llamaba Julieta, durante años recordé con más afecto a Roberta – la puta del barrio con la que debute sexualmente- que a Julieta; pero Julieta, la primera, Ella de Amagro, Yo de Palermo, era sin dudas la más bella de la cuadra, de ambos barrios y del colegio. La primera de mis historias de amor inconclusas empezaría en medio de una disputa de honor, casi un duelo, del que saldría victorioso en principio y perdería luego en el despacho del director. Justo en el instante de la trompada con la que derribaría a mi oponente, en el momento donde marqué su nariz de por vida y aquél caía al suelo, divisé unos ojos de cielo primero, luego su rostro, entre la multitud que hacia ronda para no perderse la contienda en la que supuestamente me partirían la cabeza. Ella era sencillamente hermosa. Sus ojos dijeron algo que los míos respondieron sin haber llegado la conversación a mi cerebro. Dos días más tarde me encontré escribiendo mis primeros poemas de amor, mis primeros poemas. De la cantidad de versos escritos, recitados, perdidos, rotos, al tacho y varios recuerdo solo uno: “cuando mis labios rocen los tuyos tocaré el cielo con las manos”. Basto para conseguir el beso, no sé si toqué el cielo pero si subí a la luna y me convencí de que Julieta era el motor que daría marcha, guía y vida misma a mis días hasta el día que me muera…De allí parte una historia que une la pasión, el dolor, el honor y los primeros traumas, no sin un poco de tragedia, pero que dejaré para dar lugar a vuestros propios recuerdos, cuando amaron sin importar nada mas que aquellos primeros besos. La Escuela primaria… o en la escuela me enseñaron mal o el mundo definitivamente se ha equivocado.
No recuerdo cómo fue, se que tardo años en desvanecerse aquella ilusión, aquel amor contra todo, aquella obsesión. Pero un día, muchos años después de que ella rechazara todos mis intentos por lastimarnos, lo que era el motivo de todo acto presente pasó al pasado y luego, no sé realmente si de un día para el otro o lentamente, fue olvidado. Aunque por una noche, la luna se unió a nuestro beso y pude sentir que el amor era algo alcanzable, tocable, era todo lo que había soñado. No recuerdo tampoco, con que acto arruiné la velada, pero sin dudas no podía terminar ni la velada ni el romance de otra manera; así fue como descubrí también que los demás, aquellos, tenían razón, sin dudas estaba loco. La locura y el amor me acompañan desde entonces, era el destino que vislumbró aquel brujo barato una tarde que creí perdida… pero que valdría la advertencia.
de El Inmortal, Relatos del Tiempo. continuará

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