Estarían sobrando discursos

A veces uno, en este caso yo, siente la necesidad de involucrarse activamente en la política de su comunidad. De su Barrio, de su Ciudad, de su Provincia, de su País. Dejar de quejarse, no conformarse con la acción de opinar, hacer algo en y por esa comunidad en la que vive. Entonces, se junta con tres o cuatro que están en la misma. Y se le van todas las ganas.
Hacer, es Hacer, no querer hacer, no decir que se va a hacer, no buscar aprobación, en el hacer- bien o mal- se hace y hacer tiene consecuencias mas serias que decir. Siempre es más fácil desdecir lo dicho que deshacer lo hecho. Se gana o se pierde haciendo. Diciendo no se gana- ni se pierde- realmente nada. Estarían sobrando muchos discursos en nuestra Argentina.

Ayer 25 de mayo, cumpleaños del día de la revolución y puntapié inicial de La Argentina, Habló el presidente de la nación, habló "al pueblo". Y luego también habló la ex presidente de la nación, habló "al pueblo". Y es, por momentos, hermoso escucharlos hablar. Basta con dejar de pensar un ratito y dejarse llevar por la armonía de sus palabras; el intencional uso del lenguaje, de los tonos, de la comunicación no verbal. Pero al rato, nos encontramos con un sentimiento de vacío profundo. Es que esas palabras resultan vacías. El lenguaje, las palabras, se inventaron para nombrar cosas y acciones y relacionarlas, la unidad básica de la comunicación lingüística es el "enunciado", podríamos decir "una frase". Y estos discursos tan hermosos carecen de sujetos y predicados. Basta analizarlos sintácticamente para concluir que no están hablando de nada. De ningún sujeto, de ninguna acción. Solo hablan. Como si el discurso político fuera una rama nueva del arte de la prosa y la poesía. Como si fuera ficción.

Luego, me desayuno hoy con una hermosa variedad de periodistas discutiendo con los disertantes y entre ellos acerca de esos discursos. Una vez más, me viene a la cabeza la frase de "en la escuela me enseñaron mal o el mundo se equivocó". El rol del periodista es informar (poner en forma) a la sociedad (esto no quiera decir que no tome "partido") y el del político es dirigirla. El periodista induce, el político dirige. Es claro que desde Mariano Moreno en adelante han existido hombres y mujeres que cumplieran ambos roles. Pero una cosa es ser cocinero y jugador de handball y otra cosa es hacer ambas actividades al mismo tiempo.

De una u otra manera, es imperioso que los argentinos aprendamos primero a convivir y, en ese sentido, a buscar los intereses en común que nos hacen estar juntos y luego consensuar criterios para su concreción.

Es fácil decir que el pueblo argentino- la gente- no sabe lo que quiere cuando nunca se lo consultó. Siempre ha sido éste sujeto de su "dirigencia", quedando- en el mejor de los casos- en el rol de arbitro; como cuando ponen a un niño en el medio de una pelea entre mamá y papá, esperando o exigiendo- repito: en el mejor de los casos- .su aprobación o desaprobación.

Con la idea de darle forma a esta última afirmación, me gustaría dejar sentadas "algunas" bases en las que, creo, la mayoría de los argentinos estamos de acuerdo.

- Que la selección nacional de fútbol gane "el mundial".
- Vivir en democracia, pudiendo elegir a quienes nos gobiernan.
- Que los políticos- aunque más no sea, cuando están en función- no roben. Después de eso, si son idóneos para el cargo mejor.
- Que haya trabajo para todos. Sentir que la relación trabajo- salario es justa.
- Que los sueldos nos permitan llegar a fin de mes y, si se puede, juntar algún ahorro.
- Pagar impuestos acordes a nuestro bolsillo, que los gobernantes- en su rol de administradores- nos digan en qué y cómo gastaron nuestra plata. Que la gasten "bien".
- Ser libres de saber, hablar, reir, llorar, hablar, incluso gritar alguna vez, sin dudas de cantar, comer, viajar, transitar, amar, bailar, incluso odiar.
- Ser libres de crear.
- Ser privados de la violencia en todas sus formas y sentidos.
- Convivir de manera segura y en paz.
- Ser libres de discernir sin que esto genere violencia. Ser merecedores de acuerdos sociales.


Como dije, son solo algunas.


Aldo Baccaro.


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