Silencio.

Quisiera decirte tantas cosas, tantas... y aun si te tuviera delante callaría, acariciaría tu pelo hacia detrás de la oreja, te miraría a los ojos, luego cerraría los míos y desearía que el tiempo, el mundo, se detuviese. 

Quisiera gritarte tantas cosas, tantas... pero si tus dedos se enredaran con los míos entre un par de tazas de café siquiera subiría la vista. Callaría una vez más llevándome esa Pollaroid al cajón de todos esos recuerdos que hacen mal y sin embargo me sacan aún una sonrisa. 

Quisiera susurrarte tantas cosas, tantas... al oído que haría mudos mis labios, decirte que aun te amo sería innecesario al el acto donde dejaría caer mi mentón junto a tu hombro mientras mi abrazo te demuestra que todo eso que creías es todavía cierto. 

Quisiera contarte tantas cosas... tantas... que no hay palabras suficientes, ni lágrimas que valgan reflejarse en tus pupilas. Tan solo verte pasar sería el mejor silencio nunca contenido, un grito al firmamento que grabarían los vientos, un saludo sin saludo, un beso sin beso, un abrazo a un amor que si fue ya no es. Quisiera amarte y que me ames como cuando solíamos hacerlo y que nada más importe, como si hubiera habido y hubiese algún instante en el espacio tiempo donde eso en su todo fuera cierto. 

Aldo Baccaro. 

“Nunca habían acariciado con tanto amor, un amor que hacía desear su tacto. No el tacto odioso y doloroso que venía después, sino el tacto dulce que lo precedía.” ―Camilla Läckberg

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