Martín X: tercer borrador, primeras páginas.
1:
Compré este diario en un puesto tipo drugstore de la
avenida Young, en la ciudad de Toronto, Canada. El objetivo de esta adquisición
es poder saciar cierto hambre de escritura, de ese que me atrapa de tanto en
tanto y suele perderse en servilletas al viento.
Hoy, me encuentro de paso por esta ciudad, en
tránsito entre un vuelo proviniente de Buenos Aires y uno con destino París.
Tenía diez horas para conocer esta hermosa metrópolis, de las cuales llovieron
ocho, caminé durante la siguiente y aun me queda una.
Es muy probable que este diario solo sirva para
justificar este paso innesesario más que algún otro propósito del cual, debo
confesar, desconozco su objetivo. Ya veremos.
Martín
X. 22 Marzo 1994.
24 de marzo, París:
Un poco de mi historia personal:
Podría
haber empezado, con mi primer anécdota en este diario, escribiendo algo así
como “Querido Diario: hoy desayuné café con huevos revueltos y panceta sobre
este mismo escritorio en mi chambre
de la Av. Rapp…” pero si voy a hacer esto, prefiero hacerlo bien. Vamos a
arrancar por el principio, ya que no nací con 22 años.
Contrariamente
a lo que intentaron probar varios psicologos y psicopedagogas durante los
últimos meses, tuve una feliz infancia. Nací en una buena cuna, buena familia,
criado el la armonía del hogar con Papá X, Mamá X, La abuela X, Tíos, primos, una
hermana simpática e incluso tengo hoy dos sobrinos. Aunque no la definiría como
normal, la familia X es una familia modelo. Cuando nació mi hermana, 4 años
menor que yo, mis viejos decidieron mudarse a uno de los modernos Country Clubs
de Pilar. Buscaban, según ellos mismos contarían una y mil veces, una vida
tranquila y segura donde criar a sus hijos apartados de la violenta ciudad.
Concurrí
a uno de los colegios más prestigiosos del país, cosa que también sucedería con
mi adolescencia ya en la capital. Por la mañana Castellano, por las tardes
Inglés y Actividades deportivas. Pasé por varios de esos deportes, me destaqué
en natación y, si bien vestí la camiseta 4 del equipo de Futbol del colegio
durante toda la primaria, robé sonrisas de las chicas como "win"
derecho del equipo de Handball. Basquet y Voley no fueron lo mío. En natación
gané muchos premios y mis primeras erecciones entre tantas chicas en trajes de
baño y una instructora que despertó todas mis fantasías (y las primera pajas...
obvio). Pero debo confesar que a pesar de la situación, o quizás por ella,
nunca tuve un romance ni nada que pueda traer al relato a esta altura de mi
vida. Gané muchas competencias, es cierto, algunas por más de media pileta respecto
al segundo, pero quizás fue porque realmente no competía con nadie. Entrenaba
solo, lo hacía cada vez que podía, tenía pileta en casa, hasta el punto de que
solía faltar a gran parte de los entrenamientos grupales para hacerlo en la
intimidad de mi jardín. Más de una vez me habían amenazado con echarme del
equipo por esa razón, pero no lo harían, yo lo sabía, ellos lo sabían, no
mientras ganara para el club. Un día, sencillamente dejé de competir. Recuerdo
que el tema de las erecciones en público me daba cierta vergüenza, pero no fue
por eso, ni eso fue tan traumático. De hecho, ahora no sé por qué empecé por
esta parte de mi historia.
Perdí
el hilo de lo que quería decir, me pasa seguido, Voy a fumar un pucho, sigo después.
29 de marzo 1994 03:30hs.
Cayó
la noche en París. Hace rato que cayó la noche en París. Lo supe por la
llovisna sobre el río. Aun tengo fresca la sonrisa de aquella hermosa sueca que
conocí en el bar. Mi insomnio me hace preso de esta habitación y del no sueño.
Mientras en Buenos Aires el otoño debe estar asomando, aquí se presenta de gala
la primavera. Sin embargo, la angustia persiste. Insiste, la angustia. Me come
el pecho. Me duele el alma. La nostalgia me dice que soy jóven pero me castiga
igualmente. Debe ser necesariamente mala la nostalgia porque no tiene piedad.
Toujour me acuerdo de vos
pequeña Camila. Debo confesarte que también lo hago durante el día. Creo que te
sigo amando, aunque ambos sepamos que yo no puedo amar. Creo que vos tambien me
amás. Pero quizás sea solo este pequeña sensación que otorga la somnoliencia;
de que en algúna otra realidad todo estará mejor. La culpa es del tiempo. Vengo
recorriendo un cierto camino, uno que ya parece largo, pero tiempo y lugar
nunca coinciden donde quiero que coincidan.
En
algún momento de esta noche saldrá el sol sobre la torre Eifel. Sabré que sigo
vivo, también que vos estás viva, pero no estaré feliz por ello.
10:10AM:
Desperté
confundido, enojado, mi primer impulso fue romper este diario. Mi segundo
impulso… fue quemarlo. Será la pereza o el deseo de continuar con algo por
primera vez en mi vida que acá estoy de nuevo escribiendo. Continuando con la
historia de mi vida, Esta es la historia de mi primer amor:
Septimo
grado, el año siguiente a aquel verano donde ocurrió mi primer “lo mejor que me
pasó en la vida” y que ya contaré oportunamente; todavía vivíamos en el Country
de Pilar. La niña en cuestión se llamaba Violeta, rubia, ojos celestes, nariz
romana, esbelta, con expresiones muy provocativas para la edad. Hacía rato ya que
disparaba mi imaginación, casi toda de ella, sobre todo aquel año donde Roxana
ya no trabajaba en la casa. Debo sincerarme con ustedes, a veces, como quien
piensa en la comida y piensa por un lado en el plato principal y por otro en el
postre, se puede amar a una persona y tener fantasía sexuales con otra, cenar
en un restoran y comer el postre en una heldería. Auqnue no podría definir cual
era cual. Violeta vivía con su hermana y su padre, de su madre se sabía poco,
en la casa vecina junto a la nuestra. Mis padres solían turnarse con el suyo
para llevarnos al colegio, durante toda la primaria habíamos sido compañeros de
división. Ese año se dieron varias circunstancias especiales. Para empezar, su
hermana había pasado a la secundaria, lo cual nos sacaba un tercero hostigador
de encima la mayor parte del día. Por otro lado, fue el año donde, al menos de
forma perceptiva, comenzamos a cambiar niñez por adolescencia. Y entonces eso
de las nenas con las nenas y los nenes con los nenes ya no era tan divertido.
Un año donde las "chicas" habían dejado de ser nuestras enemigas que
siempre arruinaban la fiesta, para ser condimento y aliadas indispensables a
tal efecto. Violeta empezaba a formar parte de mi vida de una manera especial. Ya
no como un compañerito más con el cual pelearme por la bicicleta, sino como una
compañera, una hermosa compañera. Supongo hoy que a ella le pasaba lo mismo
conmigo, la proximidad y el hecho de habernos criado juntos muy probablemente
disparara los mismos sentimientos en ambos lados de la historia, pero por aquel
entonces no lo sabía ¿Cómo saberlo? Trataba de pasar la mayor parte del tiempo
con Violeta, era inútil intentar disimularlo, la seguía como un perro. Ya
todo el mundo lo sabía, incluidos mis padres, el suyo, y su molesta hermana
Cristina. Ay que ganas tenía de matar a la hermana.
El
primer episodio importante en esta historia sucedió en su cumpleaños. Había
organizado un "Asalto". No me refiero a un robo a mano armada, sino a
una fiesta donde se tomaba por "asalto" (simulado) la casa de los
padres y los chicos llevaban la bebida y las chicas la comida. Música, baile y,
por su puesto, los "lentos" al final de la velada. En aquella
ocasión, la fiesta iba de disfraces. Ella de Gitana, yo de Bruce Springsteen. Aquella
niña de pecas y risitos de primer grado, era en septimo una rubia esbelta, decididamente
sensual, de largas piernas y para nada
la mas fea del colegio, diría todo lo contrario, por lo que tenía aquella
noche- donde había decidido declarar aquel amor oculto del que todos ya sabían-
mucha competencia. Estaban entre mis contrincantes dos Piratas, un Médico y un
Chómpiras (Ladrón de la serie mexicana Chespirito). Todos abocados a la tarea
de cortejar a "mi" Gitana. Disponía de 4 horas para eliminarlos del
juego antes de que llegara el momento clásico de "bailar pegados es
bailar".
El
chómpiras perdió solito; sacó de una mochila una botella de vodka que había
robado quién sabe de dónde, la bebió hasta la mitad prometiendo un "fondo
blanco" que no pudo concretar, vomitó y desapareció de la historia. Uno de
los Piratas, Pirata 2- pongámosle- era
el más zorro, el más astuto, pero el menos valiente; bastó solo con mirarlo
fijo para que abandonara la contienda, al menos por esa noche. El Médico, por
más que quisiera, no tenía chances. Quedábamos Pirata 1 y yo. Y no estaba fácil
la cosa. Pirata “one”, era considerado el más lindo del colegio, fachero, con
aires de seductor, traje alquilado y camiseta “9” de goleador del equipo de fútbol.
Yo era el reo, rebelde, delirante y con la ropa cortada. Años más tarde me
daría cuenta que de haber tenido un poco más de confianza en mi mismo hubiera
ganado sin problemas y mucho antes de aquella noche. Pero volvamos a aquel
momento donde solo era un niño enamorado por primera vez, lo que me convertía
en dos veces inseguro, y mi contrincante era el pibe más lindo del colegio. En
eso de ser galán el tipo me sacaba tres cabezas, haber visto cómo le sonreía,
cómo estaba atento a servir su copa (vaso amarillo de plástico, la copa), cómo
simulaba escuchar y comprender cada una de sus palabras y cómo la miraba con
ojitos de cachorro en busca de su caricia... pero si es el día de hoy que lo
recuerdo y tengo ganas de cagarlo a trompadas. ¡Hijo de Puta! lo único en lo
que podía pensar era en hacerle daño.
Yo observaba desde un rincón, convencido de que en una confrontación directa perdería, sobre todo porque sabía que perdería primero los estribos. Mi vista se nublaba, también mi juicio. Ella me miraba de tanto en tanto, me provocaba, de verdad se los digo, hasta llegó a guiñarme un ojo. Luego confesaría que esa imagen de Bruce Springteen apoyado en la pared mirándola fijo desde un rincón de la habitación la seducía mucho más que el salameo del chico lindo que tenía enfrente. Pero en ese instante, dónde alguien vestido de Abeja tuvo la maravillosa idea de apurar los "lentos" media hora para declarársele a Laura la de rulitos, no lo sabía. El momento dónde sonaba el primer tema de Michael Bolton era incómodo para todo el mundo. La ronda de chicas y chicos que hasta ese momento hablaban o bailaban se desintegraba como por arte de magia. Los más nerviosos iban al baño, otros se hacían los distraídos, las pudorosas se sentaban o buscaban comida. Pirata 1 no perdió tiempo, había estado esperando ese momento igual que yo. La tomó del brazo y sin preguntarle la sacó a bailar con una pirueta de monigote que despertó algunas risas. Todos pedían a gritos esa pareja, aunque Carolina, la otra chica linda, luchaba desde las sombras para que no fuera así. Lo ví mirarme socarronamente, juro que lo ví, no se lo iba a permitir, había colmado mi paciencia. Toda la noche había estado viendo como se hacía el lindo con mi Violeta, encima me gastaba... no lo iba a permitir. Encaré hacia la pareja con la clara intención de darle un puñetazo en los riñones, así no jodería más. Mientras caminaba hacia su espalda lo medí, no una sino tres veces, calculé el golpe imaginariamente con aguda precisión, pero cuando llegué tras él me detuve- hasta para mi propia sorpresa- y le dije al oído: "tenés un pollo en el pelo" (pollo se le decía a un gargajo, a un escupitajo). Este, coqueto como era, se tocó la cabeza y al comprobar que la tenía húmeda salió corriendo al baño a mirarse en el espejo. “gil… caíste”. La humedad pudo deberse a varios factores, pero un hecho que no mencioné hasta ahora, no sé por qué, es que llovía y en aquel quincho donde se desarrollaba el asalto había algunas goteras, no lo tuve en cuenta entonces pero si lo recuerdo ahora traído por la historia del escupitajo. Para cuando Pirata 1 salió del baño, mofado por la situación, obviamente yo ya estaba a los brazos de Violeta. Sus ojos tiernos se llenaron de odio, si hubiera sido Superman me hubiera tirado rayos lazer con la mirada. Pero no lo era, y esperaba el momento para bajarlo de una trompada. Decididamente venía a mi encuentro cuando lo interrumpió Carolina- “gracias” nunca se lo dije, pero “gracias Carolina”- Pasamos Michael Bolton, “Angie” de los Rollings Stones, Rod Steward, Phil Collins, Brian Adams, Sinéad O'Connor, Bonnie Tyler, Richard Marx, Chris De Burgh con “Lady In Red” y Elton John para cuando sonó Purple Rain, de Prince, tema con el que decididamente se daba fin a los lentos y se volvía solo por un rato más a Durán Duran, Depeche mode, Soda Estéreo y Los redondos de Ricota, casi en ese orden. Era el momento de tomarla de la cintura y hacer lo que había decidido hacer… darle un beso. Para cuando Durán Durán irrumpió en la escena, Pirata uno intercambiaba saliva con Carolina y yo, que no me hubiera animado nunca, le devolvía la atención de la misma manera a Violeta bajo la lluvia del jardín. "Si tus labios rozaran los míos tocaría el cielo con las manos" le había escrito una semana antes en la tapa del cuaderno de Lengua, y asi fue.
Yo observaba desde un rincón, convencido de que en una confrontación directa perdería, sobre todo porque sabía que perdería primero los estribos. Mi vista se nublaba, también mi juicio. Ella me miraba de tanto en tanto, me provocaba, de verdad se los digo, hasta llegó a guiñarme un ojo. Luego confesaría que esa imagen de Bruce Springteen apoyado en la pared mirándola fijo desde un rincón de la habitación la seducía mucho más que el salameo del chico lindo que tenía enfrente. Pero en ese instante, dónde alguien vestido de Abeja tuvo la maravillosa idea de apurar los "lentos" media hora para declarársele a Laura la de rulitos, no lo sabía. El momento dónde sonaba el primer tema de Michael Bolton era incómodo para todo el mundo. La ronda de chicas y chicos que hasta ese momento hablaban o bailaban se desintegraba como por arte de magia. Los más nerviosos iban al baño, otros se hacían los distraídos, las pudorosas se sentaban o buscaban comida. Pirata 1 no perdió tiempo, había estado esperando ese momento igual que yo. La tomó del brazo y sin preguntarle la sacó a bailar con una pirueta de monigote que despertó algunas risas. Todos pedían a gritos esa pareja, aunque Carolina, la otra chica linda, luchaba desde las sombras para que no fuera así. Lo ví mirarme socarronamente, juro que lo ví, no se lo iba a permitir, había colmado mi paciencia. Toda la noche había estado viendo como se hacía el lindo con mi Violeta, encima me gastaba... no lo iba a permitir. Encaré hacia la pareja con la clara intención de darle un puñetazo en los riñones, así no jodería más. Mientras caminaba hacia su espalda lo medí, no una sino tres veces, calculé el golpe imaginariamente con aguda precisión, pero cuando llegué tras él me detuve- hasta para mi propia sorpresa- y le dije al oído: "tenés un pollo en el pelo" (pollo se le decía a un gargajo, a un escupitajo). Este, coqueto como era, se tocó la cabeza y al comprobar que la tenía húmeda salió corriendo al baño a mirarse en el espejo. “gil… caíste”. La humedad pudo deberse a varios factores, pero un hecho que no mencioné hasta ahora, no sé por qué, es que llovía y en aquel quincho donde se desarrollaba el asalto había algunas goteras, no lo tuve en cuenta entonces pero si lo recuerdo ahora traído por la historia del escupitajo. Para cuando Pirata 1 salió del baño, mofado por la situación, obviamente yo ya estaba a los brazos de Violeta. Sus ojos tiernos se llenaron de odio, si hubiera sido Superman me hubiera tirado rayos lazer con la mirada. Pero no lo era, y esperaba el momento para bajarlo de una trompada. Decididamente venía a mi encuentro cuando lo interrumpió Carolina- “gracias” nunca se lo dije, pero “gracias Carolina”- Pasamos Michael Bolton, “Angie” de los Rollings Stones, Rod Steward, Phil Collins, Brian Adams, Sinéad O'Connor, Bonnie Tyler, Richard Marx, Chris De Burgh con “Lady In Red” y Elton John para cuando sonó Purple Rain, de Prince, tema con el que decididamente se daba fin a los lentos y se volvía solo por un rato más a Durán Duran, Depeche mode, Soda Estéreo y Los redondos de Ricota, casi en ese orden. Era el momento de tomarla de la cintura y hacer lo que había decidido hacer… darle un beso. Para cuando Durán Durán irrumpió en la escena, Pirata uno intercambiaba saliva con Carolina y yo, que no me hubiera animado nunca, le devolvía la atención de la misma manera a Violeta bajo la lluvia del jardín. "Si tus labios rozaran los míos tocaría el cielo con las manos" le había escrito una semana antes en la tapa del cuaderno de Lengua, y asi fue.
Comentarios