Atardeceres que se escapan:

Algunos atardeceres me gustaría fundirme en el horizonte. Irme, con el último deje de Malbec del fondo de la copa. La melodía triste, volviéndose infinita, se llevara la sangre de mis venas y muy lejos de volar por el aire solo de desaparecer será el instante. 

Algunas noches me gusta fundirme entre extrañas compañías, extrañas a mi corazón, extrañas a mis pensamientos, a pesar de lo rápido que mi lengua escupe casi siempre las palabras.  Me gusta fundirme entre ellas y jugar al servidor, embriagarlos conmigo, es una suerte de juego de amor este que propongo cuando yo reparto y sirvo. Siempre vuelvo a estar solo cuando finalmente apago la luz. 

En mi cama se extraña lo ancho y se pierde la pasión en el calor de un abrazo que ya no calienta. Que ya no abriga grandes sueños. Que no se mece en los mares de ningún viaje al futuro que quisiera transitar. Pero que, al igual que el barco, mi cama surca las aguas de la mar hacia un destino que quizás por concreto no me atrapa tanto como el misterio de lo incierto.  

De no hacer nada al respecto, siempre hablando de dejar escaparse a los atardeceres sin mi por el horizonte, temo que sabré siempre la lectura del día de mañana. Y eso me preocupa de sobremanera. Porque si hasta parece poder leerse de a  capítulos completos esta historia que - repito- siempre es mucho más interesante cuando lo incierto tapa la trama con su manto de misterio. 

Y dejo aquí, mi relato inconcluso en pos de ver y contemplar tan maravilloso como efímero atardecer, que se funde en el río, que se funde en el cielo, que no se funde con mi alma, que me pone triste. 

Aldo Baccaro. 


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