Carta a mis maestros:

Estimados Jorge y Hugo:

                                           Espero estén bien, han pasado algunos años desde que nos despedimos aquel diciembre de 1989. Se sorprenderán entonces de que les escriba, pero no solo lo entenderán a continuación sino que, cuando les explique el propósito de esta carta, estoy seguro incluso se emocionarán.
                                           A principios de este año, me decidí finalmente a comenzar mi carrera docente y estoy cursando primer año del profesorado en educación primaria; si, para maestro. Muchas veces postergué esta decisión, desoyendo mi vocación, que en mi caso les cuento- sin miedo a resultar cursi- me llamó muchas veces. Finalmente, con 40 pirulos, casado y tres hijos, acá estoy. El caso, es que una de las profesoras nos pidió como ejercicio que le escribiéramos una carta a un maestro que nos haya “marcado”, sería muy injusto tener que elegir entre ustedes dos, así que van los dos a la final.
                                           Desde el primer día de clases me acuerdo de ustedes, mis maestros de 6to y 7mo. Cada pequeño gran paso de esta carrera se llena de situaciones donde mi mente retorna a aquella aula del República de Irán sobre la calle Cabrera. Mi infancia. Imposible disociar mi yo de ustedes, mi barrio, la escuela, mis “problemas de conducta”, problemas que ustedes solucionaban tan fácilmente con amor. Si les digo que en este momento, recordando nuestra relación se me cae una lágrima (unas cuantas) créanme, no es que esté poniéndole color a la presente, está pasando sencilla y profundamente eso.
                                            Aquel último día de clases, escribí en la pared del aula una frase que me acompañó hasta aquí: “En la escuela me enseñaron mal o el mundo se ha equivocado”. Frase que ha sido título de mi libro de cuentos y relatos, uno de los cuales proviene de aquel salón; la misma que es el hilo conductor de la novela que nunca logro terminar de escribir; frase que llevo literalmente tatuada en mi brazo izquierdo, no por lo zurdo- recordarán que soy diestro- sino porque es el brazo del corazón. He pasado estos 28 años investigando al respecto. Debo confesarles que cada vez estoy más seguro de que ustedes me enseñaron bien, pero cómo decir que el mundo se equivocó y no sentirme tan solo.
                                            Estoy convencido de que en esta empresa encontraré la respuesta. Y, si no, creo más que un decir que moriré en el intento. Los saludo con todo el amor del mundo que pueda acaparar. Los quiero mucho,


Aldo. 

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