Martín X - El Libro.

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Estoy trabajando en la corrección de Martín X, que incluirá "La Última Carta".

Aquí un suelto:

LA ESPERA EN LO INERTE:
No tengo noción de las horas, ni de los días, ni del momento del año en en cual mis dudas- más que certezas- deambulan. Transitan las horas sobre mi cuerpo y, como dice la canción, lo inerte es lo real. Afuera de mi ventana el mundo anda aún más lento. Pareciera que la gente en la vereda hubiera detenido su andar. Las vías del tren parecen fías, calladas. Solo el cielo empieza a oscurecer en esta tarde que se rinde temprano. El cielo parece el único apurado. O quizás esté cansado, aburrido, igual que yo, igual que el perro que no ha ladrado en todo el día.
De pronto, el tren llega a la estación. Sin embargo, esta tarde sigue siendo una enorme sala de espera. Interrumpida, pobremente, por el ruido de una mosca que no quiere quedarse ni retirarse de la escena. Una sala de espera como domingo sin misa. De espera de mañana. De aquello que vendrá desde lo desconocido. Una triste espera en la inercia por el movimiento. La mosca insiste, qué mejor para hacer en la espera que quejarse de las moscas. Se retira, pero vuelve, se queda en el limite de lo real y lo inerte, para no pasar inadvertida, pero tampoco molestar intencionalmente.
Sin tener nada mejor que hacer, todo se torna postergable. No sé el por qué, pero así es... en un rato, un ratito más, quizás mejor mañana. Hasta que la urgencia de lo impostergable llega demasiado tarde y me sorprende. Entonces, por lo menos tengo un problema. Uno real. Uno tangente, tajante, uno que se ha robado la espera. Para prevenirlo invento rutinas que jamás cumpliré. Planifico proyectos que jamás sobrevivirán a su proyección. Y me aburro, con un grado de aburrimiento que empieza a tornarse adictivo, de hambre voraz. Su hambre sobre el mío. Vuelve, convierte, ese hambre, a todo en desierto, o lo descubre.
La sala de espera, hecha vida, escrita en la superación por superposición de puntos suspensivos...
Al despertar continuamos el día, lo sé lo estás haciendo muy bien, como yo sin que nadie se de cuenta de que aquello llamado valentía no es nada menos que la cobardía de no animarse a amar.
Serán otras piernas, otros brazos, otra espalda
serán otros besos y otros abrazos los que jamás se sentirán igual los que no nos darán miedo, pero tampoco tantas ganas los que de tan seguros, seguro nos aburrirán

y siempre volverá el momento, en la quietud, en la intimidad. Que tu orgullo pueda mas que tus ganas de abrazarme que tu miedo y mi locura le hayan ganado al amor. Son cuestiones imperdonables que te persiguen en sueños.







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