(introducción Martín X – borrador)

INTRODUCCIÓN: 

"Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones." M. Proust. 



Era de noche, no sé cómo lo sabía, pero lo sabía. Me sentía desorientado, aun así tenía perfecta idea de en qué clase de lugar me encontraba y por qué. “Buenas tardes, buenos días, buenas noches”- me dijo el sujeto sentado junto a mí- “Soy Martin X”. Era un sujeto salvajemente canoso, de rasgos duros, ojos increíblemente negros, piel tan blanca como la habitación. Era su cumpleaños número 40, 23 de Marzo de 1998. 

Tardé un rato en incorporarme. Entonces me invitó una copa de vino de su pequeña bodega privada bajo la cama. “Es increíble lo mucho más fácil que es conseguir buenas cosas acá dentro que afuera”- me dijo- “con plata claro está, pero si lo hubiera sabido antes hubiera vivido mis últimos diez años en este puto lugar”. La habitación era absolutamente blanca, de no ser por los dos catres de metal. Sobre el techo dos tubos fluorescentes convertían en blanco hasta el aire que respirábamos. Pasamos la noche, bebiendo vino y charlando. Era un completo extraño para mi, pero a medida que relataba sus anécdotas se fue haciendo cada vez más familiar. El hablaba sin parar, sin darme tiempo a pensar demasiado y yo, sin saber lo que hacía, sin planteármelo siquiera, tomaba notas en un cuaderno que había llegado a mis manos de alguna forma. 

El amanecer me sorprendió babeando la almohada junto con el rezago de sus palabras todavía rebotando en mi cabeza. A mi lado, sobre una pequeña mesa situada entre las dos camas, estaban el cuaderno, las copas ya vacías y una pila de páginas llenas de letras, oraciones y garabatos que el mismo había realizado. Un pequeño pedazo de papel contenía una suerte de despedida: “Todo es solo uno, Martín X”. Él había desaparecido. Y cuando digo desaparecido digo para siempre, nunca más, jamás, se esfumó, desapareció por completo. 

Un enfermero entró con el desayuno y unos analgésicos a eso de las 8:30 hs. No hizo comentario alguno al respecto, no me llamó la atención en ese momento, pero si ahora. Solo hablé de Martín dos veces; luego y ante la nada misma preferí callar al respecto. Temía que pensaran que además de adicto estaba loco. Esta vez de la que les hablo, solo estuve internado por tres meses. Tres largos pero buenos meses en los cuales absolutamente nadie me habló de aquel compañero en la habitación de mi primer noche. Sin embargo, tenía sus notas, incluso bebí de sus botellas de vino por varias noches más. Aquí me permito hacer un parate.. y es que nunca jamás volví a saber tampoco de aquellas botellas que bebí tan alegremente (Tres de ellas, polvorientas, dejadas atrás por un fugtivo convertido en fantasma): “Finca La Viña, Alta Gracia, Córdoba 1976”- curiosamente el año de mi nacimiento- el más rico vino que probé en mi vida- tinto, por si alguno se lo pregunta, uva: Cabernet. 

Durante aquellos meses, leí sus manuscritos en varias oportunidades, no tenía realmente nada mejor con lo que ocupar mis ratos libres, que eran muchos. Los comparé con mis notas, improvisé una, dos, quizás tres novelas en cuadernos de tapa blanda y hojas con rayas de colegio. Finalmente, excitado por mi alta médica, me olvidé de todos esos papeles, garabatos y cuadernillos con palabras, los míos y los de él, en una caja llena con sus memorias absolutamente descuidadas que fue a parar al altillo de la casa de mis padres. 

Aclaremos algo, Martín X era un total desconocido para mí, con el cual habia charlado una noche entera recién ingresado en una institución psiquiátrica por abuso de drogas en una de tantas noches locas. El fulano estaba tan loco que quería que yo, un desconocido para él de tan solo 21 años, escribiera su historia porque le había dicho que era escritor y porque él consideraba que el mundo necesitaba conocer su historia. En el 98, estudiante de periodismo y con mi primer trabajo como cronista de un programa de espectáculos yo era escritor, cantante de rock, periodista, camarógrafo, representante de modelos y prometedoras actrices con buenas tetas, radio aficionado, productor de teatro y piloto de carreras… y de aviones. 

Sin embargo, siempre volvíeron las historias de Martín a mis recuerdos alguna que otra noche, algunas con mayor frecuencia. Sin entender por qué me sentía inmerso tanto en su recuerdo como en “sus” recuerdos, sintiendo como propios varios de ellos. Cuando el alcohol acompañaba, no podía diferenciar aquellos recuerdos ajenos de los realmente vividos, hasta he soñado y sueño repetidamente con muchos de ellos. Así que aquí estoy, comenzando la novela de sus memorias por enésima vez.














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